Triste es, saber que somos finitos, y nos resistimos a aceptarlo.
Cuando somos niños (o al menos cuando mi generación lo era), creíamos que uno vivia hasta los 99 años y después moría, por lo cual, la carrera hacia el envejecimiento se veía laargaaaa y leentaaa, la vida era un enorme camino para recorrer y nos gustaba jugar a que seríamos de grandes, la gente mayor de 30 simplemente era catalogada como "anciana" de ahi en adelante...
Mi abuelo murió de 76 años, después de una larga y penosa enfermad, yo tenía 10, ahí me di cuenta que no necesariamente tenia uno que llegar a ser taaan viejo para morirse, y es entonces cuando uno se confronta con la realidad, mis pesadillas consistían en la muerte de algún ser querido, pero aún más, en mi propio destino.
6 años después murió mi bisabuela, ya en plena adolescencia, y ella practicamente llegó a los 100, por lo cual guardé un poco de esperanza...
Después, hubo una racha de muertes de jóvenes en la familia, y me entró la paranoia trágica de que manejar y ser joven podrían significar una partida rápida de este mundo, así que durante años me negué a tomar el volante, al menos hasta que pasara los veintitantos y superara esa "especie" de maldición que atacó a mi familia.
En algún momento dejamos de ser niños, a veces por la presión de los amigos, a veces porque nuestra adolescencia es miserable y nos negamos a crecer, pero de sopetón, ante alguna circunstancia, nuestra edad física y los problemas del momento tendrán que obligarnos a salir de esa infancia anestesiada a la que nos hemos aferrado.
Un pequeño momento de descuido y estás saliendo de la secundaria, entrando a la prepa, pasando los mejores y los peores momentos de tu vida, teniendo tu primera decepción amorosa ( o tal vez más), viviendo a tope la adolescencia o encerrada en el emo (aunque en nuestra época todo se resumia a fresas, rockeros, nacos y bohemios...) y llegó el momento de ingresar a la universidad y te preguntas ¿cómo #$%!" llegué aquí?
Algunos viven sus sueños, otros simplemente siguen adelante y se encuentran en los 30, en el punto de no retorno, en dónde ya no eres tan joven ni tan viejo, en dónde eres afortunado porque muchos se han quedado (al menos de mi generación conocida) en el camino, apenas comenzaba a asimilar la crisis de los 30 cuando mi abuela falleció repentinamente y me sumió en un un duelo largo y obscuro (a punto de entrar en el duelo de los 40 y aún no he podido superarlo del todo), seguido de una crisis personal; y es que en esta edad, uno comienza con las reflexiones, cuando tenía 8, me preguntaba cuántos años tendría en el año 2000, unos cuántos años adelante y cuando pensaba en la escuela mis metas eran: primaria, secundaria, prepa, carrera, licenciatura, maestria y doctorado (que ambiciosa no?) y ahi quedaba el asunto...
Ahora no hay doctorado, no hay viajes por el mundo, nisiquiera he conocido disneylandia, vaya, ni conozco muchos lugares de mi país, no tengo montones de dinero ni una casa con alberca, no emigré ni estudié en el extranjero, no me casé con un millonario (porque me dan asco las relaciones por convenciencia y porque tampoco me topé con ninguno que fuera guapo, inteligente, joven y buena persona) y uno se queda pensando en el verdadero significado del éxito... ¿es el dinero?, ¿es la educación?, ¿es el amor?, ¿cómo lo mido?, ¿ en base a qué?.
Triste es ver que tus ídolos musicales comienzan a envejecer y las leyendas a morir, más triste y apabullante es ver que tus padres envejecen, que en las reuniones familiares el abrazo tiene que ser amoroso y sincero porque no sabes si habrá próxima vez y es mejor que no haya remordimientos.
Cuando en lugar de preguntarte que será de tu vida en los próximos 5 años, te preguntas si estarás... ( o cómo el optometrista que me cito en medio año y me dijo: " me gustaría estar todavía aquí para atenderla)
La vida pasa rápido, no hay ensayo, y me pregunto si cuando todo esto acabe, habrá alguien esperándome que me diga que la cosa no era tan difícil ni tan complicada, que en realidad el camino era muy sencillo... pero será demasiado tarde.
Venimos de una generación "del fin del mundo", nos angustiamos en el 2000, en el 2012, en los años intermedios, en la guerra fría (en la cuál estuvimos a un pelito...), en Vietnam, en el paso de los asteroides y los meteoritos, brincamos a cada anuncio de tensión mundial, en la guerra del golfo, en las pruebas nucleares de Corea del Norte; vivimos analizando el universo con las conjunciones de los planetas y de las fiestas judías, de las profecías mayas y de las apariciones religiosas, nos damos cuenta lo frágil que es la vida y comenzamos a prepararnos para algo, una despedida, un funeral, ¿quién sera el siguiente?, ¿estamos viviendo los últimos tiempos?, tic, tac...
A estas alturas me pregunto si padezco bipolaridad, ansiedad o ciclotimia, si necesito pastillas para los nervios o pedirle al cielo que termine con esto...
Total que la vida se acaba, y uno es optimista y piensa que habrá un mañana, me pregunto la gente que ya tiene más de noventa y tantos años ¿Qué se pregunta cuando despierta, da gracias por otro día, o se pregunta cuánto tiempo le queda, hay alivio, o hay fastidio?
Uno vive en cuenta regresiva desde que nace, sólo que no lo razona, ¿y ahora que resta?
Seguramente no me caerá dinero del cielo para viajar por el mundo, y considerando que en mi cabeza el tiempo está marcado con un gran temporizador, solo me queda preguntarme, ¿habrá otro año para mi?, ¿tiene caso preparar el futuro?
Lo único cierto, es que el futuro no existe, nunca ha existido, sólo tenemos suerte de ser bendecidos con otro día.
