martes, 30 de agosto de 2016

Un Argentino Atlixquense




Esta  vez, voy a contarles una vivencia, porque parece que me he estado clavando en la textura de las telarañas mentales y porque además, tal vez agún día, represente algo de nostalgia o de alegría para los que estuvimos ahí, y además que se conozca de que maneras se ha dado un poquito de inmortalidad a personas y elementos de esta ciudad, a través de la magia del video, en este caso de un cortometraje.

Siempre me ha gustado el mitote, mucho antes de hacer pininos fotográficos en la universidad, ya soñaba con hacer videos, sin embargo no pude darle vuelo a la hilacha con mis guiones adolescentes porque mis amigas o conocidas que tenian tecnología del gabacho, (dígase cámara de video) no se mostraron muy emocionadas.

y resulta que con las vueltas que da la vida, unos años después tuvimos la oprtunidad de asistir a un curso de cinematografía, se hizo votación para guiones, en el cual la historia de Aldo Plouganou resultó la ganadora, y ahora pasaríamos de la teoría a la práctica.

Los compañeros no tenian demasiado entusiasmo de realizar la búsqueda (scouting) de la casa para la filmación,y  como el fin de semana que se fimaría las jornadas serían de sol a sol, mi compañero Juan y yo decidimos proponer la casa de los papás de un amigo en nuestra ciudad y resulta que fué del agrado del director/escritor.

"Bandoneón" narra la vida de la abuela "Cata", una Argentina residente en México, que esta al cuidado de su hija y padece alzhaimer, recibe la visita de su nieto Carlitos, y manifiesta los desvaríos propios de su enfermedad.

El corto fue inscrito en algunos festivales resultando en Selección oficial CINESUL (brazil 2011) y Selección oficial REC (puebla 2010), y tras esos aparentes "pocos" minutos de video, hubo dos largos días de filmación de sol a sol.

DÍA 1:
Llegada del crew a la ciudad, 7:30 a.m. afuera de la casa; resulta que se nos hizo temprano y tuvimos de despertar a la familia, a Juan, mi compañero, se le ocurrió ir a comprar tamales al centro en lo que nos abrían, media hora después, teníamos que comenzar con la filmación y nuestro profesor Ricardo Carbonell, estaba que hechaba chispas porque medio crew se encontraba en los tamales de la 8 pidiendo dos de rajas y unas guajolotas con atole, todavía de atrevieron a pedir para llevar mientras se consumian los valiosos minutos de sol; Carbonell se terminaba de acabar el hígado mientras campechanamente Juan todavía llegaba preguntando quien habia pedido qué...

Nuestro actor principal llegó mientras Juan andaba en los tamales, y cuando bajó del coche, el 80% del crew que era femenino, vio como un rayo de sol se abría y cual nacimiento de la Venus de Milo, los angeles soplaban en la cara del actor (porque, obviamente nadie ponía en duda su capacidad histriónica, no vayan a creer que por otra cosa).

Ese día me tocaba ser gaffer (osea, ejecutiva IBM) mientras la asistente de producción llegaba tardísimo y sin ninguna intención de hacer las cosas que se tenían programadas, ante tal disposición, fui a ascendida a asistente de producción (osea, corre-y-consigueme-esto-a-la-de-ya) mientras la chica tardista checaba si Bruno Becker necesitaba ayuda para cambiarse.

Al fin comenzamos la filmación, Juan tenía que dar el claquetazo inicial, mientras alguien tenía que haber subido a la azotea y ajustar la cámara para hacer la primera toma (mas corajes), de ahi pal real, mi día como asistente de producción consistió en hacer corajes con carbonell y Plouganou; mucho quedó inmortalizado en las tomas de los bloopers que mejor les he anexado al principio de este blog para que no se saturen.

Día 2:

Ese día me toco hacer cámara (yupiii!) fue maravilloso hacer las tomas del atardecer a partir de las 11 a.m., con las cortinas cerradas y dos lámparas de 500 watts (o tres, ya ni recuerdo bien) simulando la luz nocturna ( por eso en el video del making of, Eugenio aparece abanicandose con la chamarra), mientras 10 personas nos apilábamos en un cuarto de 4x5 a manera de tetris para sostener micrófono, hacer tomas para continuidad, checar sonido y estar de chismosos.

Eso sin mencionar que para tener su dosis de adrenalina diaria, Carbonell nos llamó aparte para decirnos que nuestras miradas y atención tenían que estar en sonido, fotografía, producción, etc. y no en la actuación de Bruno Becker!!! (yo juro que de verdad estaba checando que el sonido estuviera a 16 db pero no me quiso creer), y dónde además inmortalizó la frase: "no me contesten, si les digo algo es porque tengo razón".

Total que el día terminó al fin, el más feliz fue Carbonell, tomó el equipo, lo subió al carro y partió a la capital de estado esperando su próxima bilis para el proceso de edición (osea, al siguiente fin de semana). 

Mientras veíamos el atardecer tirados en el piso del patio, el calor del carajo y la adrenalina nos daba el bajón, dábamos gracias a Dios porque al fin, el proceso  de filmación había terminado (quien iba a pensar que hacer algo de 10 mins.era tan extenuante).

Dudo mucho que los dueños de la casa quisieran volver a tener metidos a todo un crew ahi nuevamente en fin de semana y desmañanándolos ( en especial porque nunca supimos quien dejo el baño asqueroso :V), sin embargo todos vivimos una experiencia como pocas, desde la familia metida en la cocina espiando para ver como se filma un corto, hasta el novio de una de las chicas tocando la guitarra con los chavos de la familia, o el pobre señor de la casa preguntandose qué hacia un cuadro tan feo (literal) en su sala (que lo pusieron para "decoración" de la pared a capricho del director) y preguntándole a su esposa si lo había pintado porque nunca lo habia visto; o el estrés que le causaba que alguno de nosotros le tentonicheara sus cosas o las fueramos a romper.

A fin de cuentas, quedó inmortalizado el Popocatépetl y el valle, y nos quedó la experiencia de conocer el proceso que conlleva una filmación, así fué como un Argentino trajo su historia a esta ciudad y cómo he cumplido la promesa que hice a Héctor Estrada de contarle como me converti en cámara por un día.


para ver el corto completo, pulsen en el enlace 

 https://vimeo.com/8845988

Hasta la próxima.  
  

viernes, 5 de agosto de 2016

Si la envidia fuera lepra...



Había un comandante en jefe del ejército de un rey de oriente que era muy valiente, el rey lo tenía en muy alta estima, pero éste contrajo la lepra; una muchachita que llegó a trabajar a casa del militar,  le dijo que fuera a buscar a un profeta de otro reino, ya que probablemente éste podría sanarlo; partió pues en su busca con sus caballos y  sus carros (el símbolo de estatus en ésa época), y llevando como regalos: monedas de plata, miles de piezas de oro y diez trajes para cambiarse.

El hombre encontró al profeta y después de hacer lo que le indicara, sanó, pero cuando quiso entregarle los presentes, el profeta los rechazó.

El sirviente del profeta vió como el militar se alejaba y pensó que podía sacar algún provecho de lo que su patrón había despreciado; alcanzó al militar y le mintió,  le pidió una moneda de plata y dos trajes, y el militar se los entregó.

Cuando el sirviente regresó con el profeta y este le cuestionó dónde había estado, el sirviente lo evadió, el profeta le dijo: ahora tienes plata, ropa, tierras, ovejas, bueyes, sirvientes... Y la lepra del militar (que era blanca como la nieve) y se le pegó a el y a su familia para siempre.

Miente quien diga que nunca ha sentido envidia de algo, desde que somos niños queremos los juguetes de otros, sus pertenencias, hasta sus padres...

Una vez que crecemos añoramos discretamente, o no, las posesiones de los demás, desde su situación económica hasta la marca de papel higiénico que usan, pero el punto no es cuanta envidia sentimos, sino, si estaríamos dispuestos a pagar el precio real de lo que envidiamos.

He conocido gente que nunca ha sabido lo que es pasar necesidad, nacieron con la mesa puesta y gente que les sirviera, pasan sus vacaciones en Europa cada año sin falta, pero se la pasan buscando el vacío interior que tienen en cursos de superacion personal, holísticos, psicológicos, en fin, no importa que sus zapatos valgan mas que lo que una persona promedio se gasta al mes en el súper, al final tienen la mirada triste y la existencia vacía, por más que buscan no se logran encontrar a si mismos.

Conocí a una mujer en un diplomado, que su padre era una persona con poder y dinero, su esposo tenía un puesto muy importante y su estatus social era muy alto, pero la mujer vivía atormentada porque estaba atrapada entre su estilo de vida y la infidelidad descarada de su marido, no sabía si abandonarlo o seguir aparentando; al final la mujer abandonó el diplomado, porque creo que nunca pudo identificarse con los problemas que se planteaban en el resto del grupo, y nadie ni remotamente podría comprender por lo que estaba pasando alguien de ese nivel.

Así es que seguimos envidiando a los demás, pero ¿pagaríamos el precio?.
A esa pareja feliz que siempre sale a divertirse los fines de semana a los lugares de moda, pero que la esposa, celosa en potencia, ignora que el marido "aprecia" las cualidades de otras mujeres.

¿De verdad querría un esposo "ojo alegre" a cambio de diversión para la familia y para mi, teniendo siempre la espina de que no es tan honesto como creo?

¿Cambiaría lo que tengo por una moneda de plata y dos trajes, además de lepra de por vida para mi y toda mi familia? 

Ninguna familia es perfecta, solamente vemos que el pasto es mas verde, pero al final, habría que preguntarnos si de verdad pagaríamos el precio que pagan esas personas, por estar en donde están, generalmente hay algo que las hace infelices en el fondo.

Aunque también algunos podrán decir que si ya de porsi son infelices que más da, si es con dinero, asi se sufre menos, o diferente.

Pero esta envidia no se enfoca solo al dinero, a la pareja o a la relación del prójimo.

A final del día todos somos apariencias, mostramos la cara que queremos dar a los demás pero seguimos ignorando la realidad que se oculta tras la puerta de sus casas o en lo mas profundo de sus habitaciones, o a veces ni eso, a veces todo mundo sabe la verdadera realidad, menos la persona afectada.

La cuestión es, si de verdad estamos dispuestos a pagar el precio de nuestra envidia, porque a fin de cuentas, somo humanos, somos complejos y nunca estamos satisfechos con lo que logramos o tenemos, tenemos una tendencia a querer siempre más, lo importante sería saber, ¿Cuándo ya estoy teniendo suficiente de...? y si valdrá la pena.

¿Valdrá la pena que duerma sol@, vivir en un departamento vacío, gastar el dinero que no pude o no quise gastar en otros tiempos con tal de tener _________ (inserte adejtivo: pareja, casa, reputación, etc.)  que "siempre soñé", aún a costa de perder una familia completa y todo el dinero, o la salud, o la vida de un ser querido?

A veces somos tan complejos, que en realidad terminamos como verdaderos tontos, tal y como le paso al sirviente del profeta.

Hasta el próximo post.