viernes, 5 de agosto de 2016

Si la envidia fuera lepra...



Había un comandante en jefe del ejército de un rey de oriente que era muy valiente, el rey lo tenía en muy alta estima, pero éste contrajo la lepra; una muchachita que llegó a trabajar a casa del militar,  le dijo que fuera a buscar a un profeta de otro reino, ya que probablemente éste podría sanarlo; partió pues en su busca con sus caballos y  sus carros (el símbolo de estatus en ésa época), y llevando como regalos: monedas de plata, miles de piezas de oro y diez trajes para cambiarse.

El hombre encontró al profeta y después de hacer lo que le indicara, sanó, pero cuando quiso entregarle los presentes, el profeta los rechazó.

El sirviente del profeta vió como el militar se alejaba y pensó que podía sacar algún provecho de lo que su patrón había despreciado; alcanzó al militar y le mintió,  le pidió una moneda de plata y dos trajes, y el militar se los entregó.

Cuando el sirviente regresó con el profeta y este le cuestionó dónde había estado, el sirviente lo evadió, el profeta le dijo: ahora tienes plata, ropa, tierras, ovejas, bueyes, sirvientes... Y la lepra del militar (que era blanca como la nieve) y se le pegó a el y a su familia para siempre.

Miente quien diga que nunca ha sentido envidia de algo, desde que somos niños queremos los juguetes de otros, sus pertenencias, hasta sus padres...

Una vez que crecemos añoramos discretamente, o no, las posesiones de los demás, desde su situación económica hasta la marca de papel higiénico que usan, pero el punto no es cuanta envidia sentimos, sino, si estaríamos dispuestos a pagar el precio real de lo que envidiamos.

He conocido gente que nunca ha sabido lo que es pasar necesidad, nacieron con la mesa puesta y gente que les sirviera, pasan sus vacaciones en Europa cada año sin falta, pero se la pasan buscando el vacío interior que tienen en cursos de superacion personal, holísticos, psicológicos, en fin, no importa que sus zapatos valgan mas que lo que una persona promedio se gasta al mes en el súper, al final tienen la mirada triste y la existencia vacía, por más que buscan no se logran encontrar a si mismos.

Conocí a una mujer en un diplomado, que su padre era una persona con poder y dinero, su esposo tenía un puesto muy importante y su estatus social era muy alto, pero la mujer vivía atormentada porque estaba atrapada entre su estilo de vida y la infidelidad descarada de su marido, no sabía si abandonarlo o seguir aparentando; al final la mujer abandonó el diplomado, porque creo que nunca pudo identificarse con los problemas que se planteaban en el resto del grupo, y nadie ni remotamente podría comprender por lo que estaba pasando alguien de ese nivel.

Así es que seguimos envidiando a los demás, pero ¿pagaríamos el precio?.
A esa pareja feliz que siempre sale a divertirse los fines de semana a los lugares de moda, pero que la esposa, celosa en potencia, ignora que el marido "aprecia" las cualidades de otras mujeres.

¿De verdad querría un esposo "ojo alegre" a cambio de diversión para la familia y para mi, teniendo siempre la espina de que no es tan honesto como creo?

¿Cambiaría lo que tengo por una moneda de plata y dos trajes, además de lepra de por vida para mi y toda mi familia? 

Ninguna familia es perfecta, solamente vemos que el pasto es mas verde, pero al final, habría que preguntarnos si de verdad pagaríamos el precio que pagan esas personas, por estar en donde están, generalmente hay algo que las hace infelices en el fondo.

Aunque también algunos podrán decir que si ya de porsi son infelices que más da, si es con dinero, asi se sufre menos, o diferente.

Pero esta envidia no se enfoca solo al dinero, a la pareja o a la relación del prójimo.

A final del día todos somos apariencias, mostramos la cara que queremos dar a los demás pero seguimos ignorando la realidad que se oculta tras la puerta de sus casas o en lo mas profundo de sus habitaciones, o a veces ni eso, a veces todo mundo sabe la verdadera realidad, menos la persona afectada.

La cuestión es, si de verdad estamos dispuestos a pagar el precio de nuestra envidia, porque a fin de cuentas, somo humanos, somos complejos y nunca estamos satisfechos con lo que logramos o tenemos, tenemos una tendencia a querer siempre más, lo importante sería saber, ¿Cuándo ya estoy teniendo suficiente de...? y si valdrá la pena.

¿Valdrá la pena que duerma sol@, vivir en un departamento vacío, gastar el dinero que no pude o no quise gastar en otros tiempos con tal de tener _________ (inserte adejtivo: pareja, casa, reputación, etc.)  que "siempre soñé", aún a costa de perder una familia completa y todo el dinero, o la salud, o la vida de un ser querido?

A veces somos tan complejos, que en realidad terminamos como verdaderos tontos, tal y como le paso al sirviente del profeta.

Hasta el próximo post.

3 comentarios:

  1. Nadie experimenta en cabeza ajena, dicen por ahí. Y tienen razón, muchas veces queremos solo y solamente por gusto mas no por necesidad. Cuando se analice bien ese objetivo entonces podremos actuar como quien rechazó los obsequios, mientras seguiremos rascándonos nuestros errores y contemplando nuestro vacío.

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  2. hay amiga nadie escarmienta en cabeza ajena y la realidad es que a veces por ver o querer tener lo que tienen los demás no valoramos lo que tenemos, lo peor no es eso, es esa cultura tan arraigada últimamente de aparentar tener, presumir o vivir por y para el facebook, sin darnos cuenta o valorar lo que a final de cuentas importa, y eso varia de acuerdo a cada persona, pero cada cabeza es un mundo y a fin de cuentas cada quien tiene lo que quiere o cree q quiere.

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