martes, 9 de junio de 2020

La Negación al Duelo




Día 78 de la cuarentena por covid 19 en México.


La pregunta del millón en redes sociales durante esta pandemia mundial es si alguien cercano conoce a enfermos del COVID 19, y las respuestas varían:

Amigos que trabajan en el hospital general de la zona 05 de Metepec, perteneciente a la ciudad de Puebla, aseguran que las camas asignadas a este tema en particular ya están llenas, otros más aseguran que es todo es parte de una conspiración mundial para tener control de las personas y poder vender dentro de unos meses una vacuna costosa que además, podría tener intenciones ocultas para mermar la población mundial mientras enriquece a las farmacéuticas que logren patentarla.

Sin embargo una cosa es cierta: quienes llegan a perder a sus seres queridos, independientemente del dolor que representa esto, han tenido que agregar la negación a su duelo por parte de las autoridades.

Al rededor del mundo se han dado casos de personas que llegaron al hospital sintiéndose mal para no volver a ver nunca más a sus familiares, destinados a pasar sus últimos momentos completamente solos sin poder despedirse, y del otro lado de la puerta han quedado las familias con el sentido de pérdida, recuperando en el mejor de los casos, una urna con cenizas.

Si hay algo que el ser humano no sabe manejar bien, es sin duda la muerte, ya sea por tabú o por la exposión de sentimientos que esto implica, esto sumado al miedo e incertidumbre que en gran parte de la población ha causado esta pandemia, hay un derecho que se ha negado, que resulta desconcertante y abrumador: el derecho al duelo.

Frente a casa de mi abuela en el centro de la ciudad de Atlixco, hay un local donde se vende material eléctrico, el dependiente era un señor malencarado, si uno no lo conoce diría que siempre estaba agrio, pero con el pasar del tiempo, uno se daba cuenta que en realidad era una persona seria, educada con los vecinos que lo ameritaban y que gustaba de pasar las tardes en compañia de conocidos que iban a visitarlo a su negocio, algunos electricistas o plomeros por el giro de su tienda, a veces se ponían festivos y compartían algunas bebidas hasta la hora de cerrar o entrados los ánimos, hasta tarde entre risas y vasos desechables.
 
Con el pasar de los años llegué a pedirle prestado un martillo, e incluso a platicar con él muy brevemente sobre la compra que estaba haciendo en ese momento o pidiéndole alguna recomendación cuando la mala memoria de lo queme habían encargado se apoderaba de mi. Puedo asegurar que lo vi sonreír en un par de ocasiones, también puedo decir que tenía un temperamente fuerte y que no se dejaba, llegando a discutir con sus proveedores cuando sentía que estaban abusando y los gritos se podían escuchar hasta la acera del frente, aunque estuviera hablando por teléfono, asi como que era consumidor asiduo del refresco de cola y de fumar cigarrillos.

Por aquello de que el mundo es un pañuelo, la amiga de mi vecina resultó ser hija de su primer matrimonio, si algo podrías decir que heredó del papá es la cara de seriedad, y seguramente el carácter fuerte, sin embargo lo que me cayó de sopresa, es que el día de hoy, día 78 de la cuarentena en México, 8 de Junio de 2020 el señor falleció, y ante el confinamiento, solo un mensaje de wattsap con la triste noticia.

No recuerdo su nombre, siempre nos referíamos a él haciendo alusión al título de su negocio como si fuera su apellido; ahora se que no lo era. Tal pareciera que fué el covid el victimario, sin embargo, solo se sabe que fué un infarto, lo que me queda claro, es que esta pandemia le ha arrebatado a su familia la despedida, el llorarlo, el duelo, la sensación del shock y desasosiego, todo porque le ha tocado morir en un protocolo de pandemia que no permite funerales, ni abrazos de consuelo, y mucho menos el tiempo  de la velación para despedirse y poder procesar lo que está pasando.

Habrá quien piense que es mejor así, pero también quien ha pasado por una pérdida repentina sabe que la sensación que queda es un gran y enorme vacío, y no puedo evitar pensar en aquellos que solo vieron salir una bolsa negra de sus casa o del hospital sin saber a dónde fué a parar un pedazo de su corazón, de quienes únicamente recibieron una llamada donde se les informó que el paciente ingresado al hospital no regresaría jamás, pues tendría que ser enterrado a la brevedad y sin poder ser visto otra vez por su familia, así, sin más, sin un adiós, sin lágrimas o sonrisas, sin perdón o remordimientos.

Somos seres sociales, desde la prehistoria hemos tenido la necesidad de pertenecer a un clan, por razones de supervivencia primero y luego por apego, por amor, por sociedad.

Es sabido por los psicólogos y profesionales de la salud, que recuperarse de una pérdida debe de llevar un tiempo y que quienes no lo hacen pueden presentar desde depresiones moderadas a graves o llegar a desarrollar afecciones más graves o incluso tener que llegar a tomar medicamentos prescritos por un psiquiatra. Si no fuera necesario este proceso del duelo, no existiría la tanatología, ni la terapia psicológica. 

Michael Levitt, Biofísico de la escuela de Medicina de Stanford, y ganador del premio Nóbel de química en 2013, sostiene que el daño social del confinamiento ha sido extremo después de trabajar con voluntarios de diferentes países para recavar y analizar datos relacionados con este virus para rastrear su evolución y además ha osado afirmar que la cuarentena no ha salvado ninguna vida, sino al contrario, ha exacerbado el daño social en diversos aspectos... y siento que coincido con él de alguna manera, dentro de los pobres parámetros que mi instinto y conocimientos me susurran: si algo nos ha sido robado en este tiempo, es el contacto con los demás.

Tal vez podamos superar el confinamiento; pero el ser negados a pasar por el duelo social - a desahogar esa pérdida o como quiera llamársele- provocará repercusiones en muchos de nosotros, algunos más visibles, otros menos, pero que nos dejarán marcados inevitablemente como sociedad tarde o temprano.

¿Podremos saberlo?, ¿Podremos medirlo?, tal vez en unos años se logre entender el verdadero alcance de esto... si la humanidad sigue vigente o si no hemos sido censurados a las emociones por miedo de seguir expandiendo otras pandemias, total que este año ya se había vaticinado de acuerdo a las estadísticas de hace 6 años para liderar la depresión como la enfermedad mental número 1 en nuestro país .





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